Desde el año 1998, la OACI (Organización de la Aviación Civil Internacional) comenzó a tomar nota de los numerosos eventos aeronáuticos (accidentes e incidentes) en los que la seguridad se vió directa o indirectamente afectada (entre otros factores) por errores de la comunicación, atribuibles en su mayoría al bajo desempeño lingüístico en idioma inglés de pilotos y controladores de tránsito aéreo. En base a ello, la OACI adoptó una serie de medidas, compiladas junto a otras bajo la denominación SARPs (Standard and Recommended Practices), las cuales iban dirigidas a fortalecer los requisitos de competencia lingüística para pilotos y controladores aéreos en operaciones internacionales.

Posteriormente, en al año 2004, la OACI publica su Documento 9835/anexo 453. En él establece claramente que el uso correcto de la fraseología estándar es de innegable importancia, y que en los casos en los que ésto no sea posible, debe recurrirse al uso del idioma inglés, expresado en lenguaje simple, para lo cual, tanto los pilotos como los controladores, deberían demostrar un mínimo nivel de proficiencia en dicho idioma.

Posteriormente, en octubre de 2007, OACI publica información adicional – la Resolución A36-11 titulada ‘Conocimiento del idioma inglés utilizado para las comunicaciones radiotelefónicas’ – que insta al Consejo a brindar orientación a los estados en el proceso de elaboración e implementación de planes de acción que permitan cumplir con dichos requisitos. Esta resolución fijaba el 5 de marzo de 2008 como la fecha límite para que los estados publicaran sus planes de acción.

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Sabiendo de antemano que no todos los estados estarían en condiciones de diseñar e implementar planes de acción para esa fecha, se publicó también una lista de pasos a seguir en pos del cumplimiento de los nuevos requisitos y así mitigar los riesgos en el período de transición. La prórroga se extendía por 3 años, dando ahora plazo hasta el 5 de marzo de 2011.

Durante todo ese tiempo, la OACI, aunque tolerante, se mantuvo atenta al progreso, instando en cada nueva resolución a que aquellos estados que aún no habían cumplido con los requisitos, lo hicieran cuanto antes, y que mientras tanto, continuaran publicando sus planes de cumplimiento actualizados, evidenciando así el progreso alcanzado hasta el momento.

Hoy día, el nivel mínimo requerido para el otorgamiento de la licencia, es el nivel 4 o superior. Para alcanzar dicho nivel, un piloto debe obtener como mínimo 4 en cada una de las áreas de competencia evaluadas de acuerdo a la escala de calificaciones de OACI. La nota final no es, como puede observarse en la mayoría de las evaluaciones de idioma convencionales disponibles el mercado, un promedio del nivel alcanzado en todas las áreas. La nota final en este caso, es la más baja de todas las obtenidas en dichas áreas. A primera vista, ésto puede parecer injusto, pero no hay que perder de vista que la seguridad figura entre los factores causales de la medida, y que por lo tanto, el mensaje que subyace es: el nivel de competencia lingüística de éste piloto es como mínimo X, a pesar de que pueda alcanzar niveles superiores en otras áreas.

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Estas áreas son: pronunciación, estructura, vocabulario, fluidez, comprensión e interacciones. La validez de los certificados que dan fe de los niveles alcanzados por los candidatos, es la siguiente: nivel 4 – 3 años, nivel 5 – 5 o 6 años, dependiendo de cada estado, nivel 6 – vitalicio. Los parámetros para la evaluación están establecidos en la escala de calificaciones OACI que vemos a continuación:

Desde la implementación de éstos criterios, ha habido numerosas iniciativas a nivel mundial destinadas al cumplimiento de los requisitos OACI en materia de competencia lingüística, que se han visto enriquecidas con el aporte de las autoridades aeronáuticas de cada estado miembro, fabricantes de aviones, líneas aéreas, proveedores de transporte aéreo, pilotos, controladores, etc. Un aporte muy significativo a este proceso ha sido el que han hecho los profesionales del ámbito académico, como los expertos en enseñanza y evaluación, quienes han vertido su conocimiento al diseño las herramientas de evaluación, elaboración de criterios, programas y materiales didácticos, anteriormente inexistentes.

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Las repercusiones a las medidas no se han hecho esperar. Como en toda cosa nueva, los directamente involucrados ofrecieron cierta resistencia al principio. Luego, paulatinamente, los pilotos empezaron a aceptar la idea de que estudiar inglés era una calificación más que mantener. Los centros de enseñanza empezaron a ofrecer cursos de inglés específicos para la aviación y las editoriales empezaron a publicar material de estudio. Los docentes empezaron a especializarse. De pronto, tenemos una nueva disciplina. Hemos visto mucho pero aún tenemos mucho más por ver.

Parece que el inglés aeronáutico ha llegado para quedarse.


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